Cómo era la alimentación en la prehistoria

La alimentación en la prehistoria

El ser humano se siente, desde siempre, vinculado a sus antecesores. Uno de los objetivos del hombre contemporáneo ha sido encontrar nexos de unión con las civilizaciones de la Edad Media, del inicio de nuestra era e incluso con el hombre de la prehistoria, un periodo que nos lleva a etapas anteriores al año 3300 a. C.

¿Pero verdaderamente queda algo de aquel ser humano en nosotros? Hay necesidades que han acompañado sí o sí a nuestra especie desde sus orígenes. Y uno de ellos es la comida: la alimentación en la prehistoria ha condicionado la evolución de nuestra especie.

Sin embargo, la mayor parte de la sociedad contemporánea no tiene claro cómo se alimentaban las personas en esas épocas: ¿qué carnes, frutas y verduras usaban? ¿Hay algo que vincule su dieta con la nuestra? ¿Conocían métodos para cocinar ingredientes?

En las últimas décadas, se han realizado numerosos estudios científicos con el objetivo de dar respuesta a una pregunta principal: ¿qué comían en la prehistoria? Esto nos ha permitido conocer mejor la evolución de las dietas en todo el planeta, así como establecer vínculos entre la gastronomía actual y la del pasado más remoto.

Cómo se alimentaba el ser humano en la prehistoria

Desde la aparición de los homínidos hasta el registro de los primeros escritos del ser humano pasaron millones de años. Por ello, la alimentación en la prehistoria no se puede entender como un todo inamovible: tanto la forma de comer como las técnicas de obtención, conservación y preparación de los alimentos cambiaron notablemente con el devenir de los siglos.

De una manera muy general se pueden establecer tres etapas, marcadas por hitos como la aparición de la caza o el dominio del fuego:

Primera etapa: recolección y consumo en crudo

En la primera etapa de historia del ser humano, tal y como demuestran las investigaciones multidisciplinares realizadas, este se dedicaba a recolectar lo que encontraba en su camino y a comerlo en el estado en el que lo hallaba.

Semillas, raíces, gusanos e insectos, carroña… Todo ello era susceptible de convertirse en comida en la prehistoria. Encontrar algo resultaba casi una proeza y no se podía desaprovechar ninguna oportunidad de llenar el estómago.

Segunda etapa: la aparición de la caza

Conforme se fueron adquiriendo herramientas y desarrollando capacidades mentales más complejas, la caza se transformó en uno de los métodos de abastecimiento más importantes.

Al vivir en comunidades, el hombre pudo organizarse y dividir las tareas. Así, los primeros pobladores comenzaron a construir armas muy rudimentarias y a pensar en equipo para atrapar a las presas, que luego se repartían para el consumo de todo el grupo.

De manera adicional introdujeron en la dieta otros alimentos como el pescado. También ampliaron paulatinamente el espectro de frutas, verduras, insectos y raíces que comer, contribuyendo al enriquecimiento de la dieta omnívora.

En este punto de la evolución, es muy relevante el dominio del fuego como herramienta. Esto permitió cocinar ciertos alimentos, lo que favoreció la asimilación de los nutrientes en el organismo y evitó la aparición de muchas enfermedades.

Tercera etapa: la agricultura

Con la posibilidad de cultivar las tierras y recolectar especies vegetales se hizo viable el asentamiento de las comunidades y el cambio a un estilo de vida sedentario.

Este fue un momento muy relevante: los hombres de esta etapa se centraron en el cultivo de alimentos que ofrecían un alto rendimiento y que, además, se podían almacenar. Así se generaba una despensa de la que tirar cuando no había suficiente caza.

En concreto, cereales como el trigo, el maíz y la cebada fueron los primeros cultivos, a los que se sumaron guisantes, lentejas y garbanzos. De forma paralela surgió la idea de criar ciertos animales domésticos como la cabra, una tarea que dio origen a lo que hoy conocemos como ganadería.

¿Existen huellas de la dieta prehistórica en la alimentación actual?

Todo lo que nuestros antepasados fueron introduciendo en su dieta contribuyó a la evolución de la especie y tiene una relación más o menos directa con nuestra forma de comer hoy.

Se pueden ver huellas de la alimentación en la prehistoria en la comida actual. El simple hecho de incluir frutas, carnes y pescados e incluso semillas e insectos es una muestra clara de una tradición que comenzó hace miles de años y que todavía hoy se mantiene.

También el uso del fuego, que es una pieza esencial de una buena parte de las preparaciones actuales, es un hábito que se mantiene desde los tiempos más lejanos, se lo debemos a estos seres prehistóricos.

De forma anecdótica, cabe señalar que el conocimiento del modo de alimentación del pasado ha generado ciertos movimientos gastronómicos como el de la dieta paleo, que trata de imitar lo que comerían los primeros pobladores, evitando consumir todos los productos que son fruto de la manipulación humana (como los que surgen del cultivo, o la sal y el azúcar agregados).

Más allá de esto, lo que enseña el estudio de la forma de comer de nuestros ancestros es que la alimentación debe partir de alimentos de calidad y bien preparados, ser variada y rica en nutrientes.

En Olive Nutrición tenemos todo ello muy en cuenta a la hora de apostar por un estudio personalizado y generar un plan de dietas adecuado para cada paciente. Solo de esa manera se pueden lograr objetivos como la pérdida de peso de una manera permanente, segura y, sobre todo, saludable.

Pese a los miles de años transcurridos, es posible establecer una relación directa entre lo que comemos hoy y lo que comían los primeros hombres y mujeres. El análisis de la alimentación en la prehistoria resulta de especial interés para comprender el papel que la comida ha tenido en la evolución de nuestro organismo hasta llegar a lo que somos hoy: personas del siglo XXI, que hemos comprendido que comer bien es vital para nuestra salud. 

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